En plena efervescencia de empresas, personas, instituciones (en definitiva marcas),que no paran de intentar llamar la atención de cualquier forma sobre su comunicación a través de redes sociales, ha saltado muchas veces a la palestra el debate sobre dónde está realmente el límite para innovar o hacer cosas nuevas a través de los nuevos canales para, finalmente, ofrecer un mensaje que cale a la audiencia sin pasar la frontera del sentido común, entendiendo que como audiencia, el usuario que está detrás de la red social. Es decir, la persona.
Como casos más llamativos -y por cercanos- citamos dos muy recurrentes, que además tuvieron algún 'rifirrafe' muy sonado en 2013: las redes sociales de la Policía Nacional, la cuenta más seguida del mundo o la división española de Media Markt. Ambos instituciones/empresas, una pública, otra privada, decidieron hace ya unos años dar una vuelta de tuerca a sus redes sociales. Los primeros, utilizando un lenguaje muy cercano al usuario, respondiendo a cualquier duda y convirtiendo su timeline en una lista de consejos e información útil (de verdad) para sus usuarios, transformando a la misma Policía, esa con imagen habitual de ente al que temer, en un colega que te avisa de lo que puede pasar, de tú a tú. Sin intermediarios.
Como casos más llamativos -y por cercanos- citamos dos muy recurrentes, que además tuvieron algún 'rifirrafe' muy sonado en 2013: las redes sociales de la Policía Nacional, la cuenta más seguida del mundo o la división española de Media Markt. Ambos instituciones/empresas, una pública, otra privada, decidieron hace ya unos años dar una vuelta de tuerca a sus redes sociales. Los primeros, utilizando un lenguaje muy cercano al usuario, respondiendo a cualquier duda y convirtiendo su timeline en una lista de consejos e información útil (de verdad) para sus usuarios, transformando a la misma Policía, esa con imagen habitual de ente al que temer, en un colega que te avisa de lo que puede pasar, de tú a tú. Sin intermediarios.